Por el espacio I.P.E.T.G. han pasado durante estos 30 años, miembros, equipos y profesores, tanto en la esfera de la clínica terapéutica, el diagnóstico o la creatividad como personas que han desarrollado labores de organización y secretaría.
Además en nuestra historia hemos tenido la fortuna de recibir prácticas y enseñanzas de educadores como Antonio Asín, Juanjo Albert, Paco Peñarrubia, Albert Rams, Ada López, Eva Useros… Susana Stroke, Alejandro Jodorowsky, Dhiravamsa y, de una manera muy especial, Guillermo Borja y Claudio Naranjo.
A principios de 2020 abrimos un nuevo ciclo al trasladar nuestras actividades desde el local de Alameda Rekalde, a nuestras nuevas instalaciones en Lehendakari Aguirre, 9 – 5º Derecha en Deusto, Bilbao.
Qué hacemos
La actividad principal en el IPETG es la práctica clínica. Ésta se propone crear un espacio o marco terapéutico donde la persona que acude buscando ayuda pueda, con la ayuda del terapeuta, considerar sus problemas con la amplitud y la profudidad suficientes como para encontrar y aplicar opciones curativas.
Porque el origen común de los desequilibrios psíquicos es el dolor, el impacto que, por ausencia o por presencia, nos ha tocado vivir y que persiste como una herida abierta que se expresa a través de síntomas y afecta y altera todas las áreas de nuestra existencia. Toda práctica clínica seria y responsable profundizará hasta la raíz del conflicto, limpiará las confusiones cognitivas y emotivas asociadas al dolor y creará las condiciones en las que puedan brotar cambios duraderos. Lo cual conlleva, espontáneaente, un verdadero desarrollo de nuestro potencial humano.
Cómo hacemos
En la práctica terapéutica la persona irá incorporando diferentes recursos: la auto-escucha, la capacidad de ponerse atención y dirigir ésta a aquellas partes en conflicto sincronizando en su actuar cotidiano su pensamiento, sus emociones y su cuerpo. Sin olvidar el utilizar estas destrezas de autoconciencia en las condiciones de lo externo, lo que nos rodea, la realidad.
Poner la atención, darme cuenta, de cómo hago las cosas, qué proceso sigo haciendo, diciendo, expresando… en lugar de solo preguntarse una y otra vez «porqué me pasa esto». Con el «cómo» ganamos en sensibilidad y percepción, conciencia de lo que hacemos, discriminamos mejor nuestras opciones más saludables de hacer, decir, expresar, relacionarme… dejando de lado círculos viciosos de juicio y culpa con los que a menudo nos torturamos sin ganancia ninguna.
La importancia del responsabilizarse. Cada quien es responsable de lo que piensa, dice, hace, expresa, esconde, siente. Responsabilizarme significa que tengo capacidad de dar respuesta, de hacer y por lo tanto de cambiar de rumbo.
Y trabajamos en el presente. En las causas añejas de nuestras conductas, sí, pero al mismo tiempo que con nuestra realidad actual.